9 de enero de 2022

CUENTO de REYES: "Condecorado y sin saberlo".

Érase una vez un sencillo, majo e inteligente muchachote del norte de una aldea de la Región del Noroeste de las Cantimbaibas.
Había sido bautizado como Lucca. Sus padres se conocieron en un baile brasileiro donde se bailaba la salsa y el chachachá. Era una sala no muy llena, donde celebraban bodas y bautizos, pero nunca funerales, ya que el dueño, que era 'Juanito el Cubanito' temía mucho a la muerte y decía que eso era cosa de los del Hospital Nuevo, y que para eso estaban.

Pasados los años, la familia bailarina se trasladó a la Región del Noroeste de las Cantimbaibas (Punta Coru), con más dinero que al principio porque daban clases con pasión y casi cantando. Conocieron a muchos amigos, tuvieron alegría y se forjaron estudiando con tesón una carrera de ciencias cada uno de ellos: La mujer, tenía una "Carrera en Química: Experimentos desde casa al Universo" el marido, otra en "Ciencias Modernas: Química en Gaseosas" que era algo más seria, para leer libros y cartapacios aburridos, pero que a él le chiflaba.
La señora, sin embargo, empezaba a llamar la atención en su casa de la ciudad haciendo experimentos con humo, café cortado con leche ultraligera y otros experimentos que nunca fueron famosos por culpa de una noche de tormenta que borró algunos de sus apuntes. Pronto llegaron las chicas Yeyé normandas y la movida setentera.
Fue entonces cuando Lucca, ya muy alto, colaboraba con su padre y su madre.
Sus hermanos, también los ayudaban, pero era Luis el que más aportaba, buscaba en libros, salía a buscar piedras marinas preciosas, se interesaba por la música y la química del baile de los protozoos y otros organismos microscópicos. Para colmo, le regalaron un día un violín, y cual Mozart, empezó a tocarlo como por arte de magia: la madre le había puesto un compuesto especial tocaviolines en la sopa y ahora no paraba de mover los brazos. Tuvieron que meterlo en violín, ping pong, golf y otros deportes porque si no, movía los brazos mientras dormía.
Harto de tanto violín y tanta pelota, se metió desde que pudo en la universidad para aprender cómo era que las ondas hertzianas llegaban tan rápido y sin nadie hacer apenas nada y terminó manejando muchas máquinas, cables, tornillos, ordenadores y estudiando Teleco en un plis plas.
Por fortuna, se le arreglaron los brazos, pero le dio por el baile, ya que el movimiento le había pasado a las piernas, y casi nunca podía parar.
Al año, empezó con el francés y se ilusionó con visitar París y Francia entera.
¡Oh, París, París! -soñaba en el balcón de su casa-, mientras bebía un champán que nunca se acababa (cosas esta vez del padre), que lo había mezclado con licores galaicos (o así los llamaba este).
En 1997 cumplió su sueño y se quedó en París unos largos meses, en una casa llena de gatitos de colores, cerca de una residencia francesa total.
Fue allí donde tropezaba siempre con una bella dama, Milonga María, con la que se casó un año después.
Fueron felices y comieron perdices, además de que celebraron la luna de miel dando la vuelta al mundo, sobre todo, con mucha parsimonia de tiempo y líquido flotante en las Islas Canarias.
Sonaban para ellos cascabeles celestiales y música divina, pues cruzaban las carreteras sin apenas mirar al tráfico y dándose besitos y, como animalitos del bosque tropical, siempre con arrumacos y juntitos como para no pasar frío.
Al morir la Princesa Lady Di, la pareja cambió: tuvieron un precioso niño, rubio, luminoso y bueno, que era la alegría de la huerta, de nombre Danonino. Después, se fueron a vivir al Condado del Lago Turbio, donde había unos peces gruñones, pero también aire fresco, alegría y mucha luz, cerca de un castillo de templarios, el más importante de la
Región de las Cantimbaibas. Allí vivieron muy felices e invitaron a este que escribe a una larga estancia.
Como Lucca era demasiado trabajador y algo distraído (solía arrancar las puertas de lo fuerte que era sin darse cuenta). Pronto, pasaron los años, y el joven Danonino se fue a estudiar al centro del Reino, justo cuando de príncipe, su padre pasó a ser Rey y recibió varias medallas, mientras que la princesa Milonga Mª, recibía el gobierno del Bosque Sintino y algunas insignias más.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Nota final: los personajes de este cuento real y no fortuito renegaron de sus tierras y sju poderío porque los Recaudadores de las Cantimbaibas los traían fritos y ahora son ersonajes como tú y como yo, aunque sigan viviendo como en un cuento y comiendo fuet y castañas de la Cueva'la'Araña.

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