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7 de agosto de 2016

Mensajes opuestos; futuro incierto.


Estamos viviendo unos tiempos que abarcan el fin del tiempo de ocio. Es el fin del mundo Post-Moderno. Se acercan tiempos más condicionados por lo laboral y los factores marcados por el Megamercado y el consumo de masas. El individualismo (las libertades individuales) las libertades sociales derivadas de éstas y la privacidad, otra vez son atacadas en nombre de unas cifras imaginarias, que no reales y que varían siempre en una Bolsa inestable, móvil e hipotética, pero que siempre se salda con los más débiles y los que están al frente en la realidad factible: los créditos, las deudas, los estilos de vida, las modas, las costumbres, la ética o la misma estética y, sobre todo, la medición del tiempo y el dinero contado hasta el extremo. 

Nuestros abuelos vivieron unos tiempos muy duros en otros aspectos, pero no en el sentido estricto de la medición del tiempo, de la naturaleza y de las esperanzas. Los países nuevos se creaban bajo estas visiones y prosperaban, cosa que ahora, con tanta destrucción, va a costar recuperar y fortalecer en las nuevas generaciones: esas formadas por niños y niñas que están sintiendo un infierno y creciendo alrededor de él. Si todo sale bien, ¿podrán adaptarse a un Mundo de Paz? ¿Seguirán teniendo toda su vida un síndrome postraumático similar al de los soldados de la Primera Guerra Mundial?



Sin ánimos de hacer favores a los comunismos, fascismos, pseudo democracias u otras formas de gobernar partidistas y ególatras y sin tampoco ayudar a pasos agigantados al miedo, de forma objetiva y sincera, me planteo, al igual que miles de personas lo hacen en estos momentos históricos, qué quedará de las demandas colectivas y personales de la Revolución Industrial (que se desarrolló en varias fases y que fue muy costosa). Cómo volveremos a retomar nuestros derechos como personas, antes de que todo se normalice, concretice o se paralice. Cuando parezca que vivir en un estado de alerta general o parcial es normal. No permitamos que esto acontezca de forma natural, como si no hubiera actores de los hechos, porque los hay. Que prime siempre una Carta Magna y Popular, que siempre emana del pueblo y forma el Estado (eso siempre había sido así y no al revés).

La Historia deberá justificar los cómo y los por qué de todo lo ocurrido desde finales del siglo XX hasta hoy. Que la Esperanza, la gran diosa y madre de la Humanidad nunca nos abandone: Spes.
Sería deseable que tampoco nos vendiesen la falacia de que lo material no nos hace falta porque es imprescindible. El dinero bien gestionado funciona. La fortuna es un término antiquísimo y se compone de múltiples bienes, no sólo materiales, sino también espirituales (y esto no tiene por qué diferenciar a creyentes de ateos). En un mundo destrozado, nada prospera, o si lo hace, es en el caos, con sólo una minoría a favor de éste. Ceder dinero a algunas ONGs es una opción provisional ante tanta miseria (humana, también).
En realidad, nuestro mundo es rico en todo tipo de recursos. La ciencia, también ha aportado mucho para que esto sea así en la actualidad. Ahora, no cuesta tanto fabricar. Creo que más difícil va a ser reconstruir todo el daño hecho, permitido y comenzar a reparar.


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