24 mayo 2021

Jaime Llinares Llabrés: mi visión en retrospectiva.

El doctor en teología y psicología don Jaime Llinares Llabrés tenía una idea (podría decirse que algo platónica) de esta ciudad y de cómo se reunían en ella la música, las artes escénicas y otras formas de expresión tanto individuales como colectivas. Sabía lo que era la belleza, desde un punto de vista que abarcaba desde la alfabetización hasta la potenciación de los mayores talentos en nuestra propia tierra. Afincado en Las Palmas de Gran Canaria y el campo, fue una figura trascendental en nuestra historia reciente.
Creía que de verdad se conseguría la realidad de obtener un buen trabajo o de desarrollar o potenciar alguna o todas las capacidades del individuo (de manera holística, como un todo) y proyectar esa propia realidad en uno mismo, en los demás y en la tierra que habitamos, las Islas Canarias.
Han pasado muchos años, pero la experiencia y la intuición, junto a la visión en retrospectiva me han hecho reconocer que sus ideas eran firmes, no ningún sueño o proyecto, nada elitista, por cierto.
Jaime amaba su tierra y comprendía perfectamente a todas aquellas personas que por cualquier motivo emigraron o emigraban (ya que era un buen conocedor de Europa y cómo su pensamiento humanístico crecía allí). Comprendía esta realidad cuando las personas emigraban también en busca de libertad de movimiento, de expresión, de equilibrio o como medio de subsistencia. Aún así, no despreciaba al que llegaba, ya que también lo hacía por los mismos motivos (aunque no en avalancha).
Gran conocedor del pueblo canario, de las miserias de antaño, de las injusticias y amante de esta ciudad multicultural, deseaba el equilibrio entre el pasado y sus tradiciones o costumbres (las cuales admiraba y resaltaba), así como el cuidado armonioso de toda la naturaleza, un elemento de curación también holística, que debía ser respetado, como una gran fortuna del pasado en común que habíamos heredado, en un lugar único en este planeta, inédito, maravilloso y casi una especie de edén del que el cemento se estaba adueñando y convirtiendo en un lugar poco deseable.
Incido en su creencia de que todos poseíamos la capacidad o el talento que yo también admiro en las gentes más sencillas (y que apenas se dan cuenta). El potencial de la mejoría personal, a cualquier edad, desde el yo profundo, con la ayuda de los demás, agradecidos. Sin embargo, era noble porque reconocería (y en eso me deben ayudar otras personas que conocieran ese otro aspecto suyo) las carencias tanto personales como sociales, el "dejar ir y olvidar las propias capacidades por los motivos que fueran". Eso sí le preocupaba: la formación de todo un gran pueblo, su desarrollo en armonía con el entorno y la posibilidad de ejercer las tareas que debía en su propia tierra, en la medida de lo posible.
Era un canario, pero canario abierto a las influencias externas; diría que casi de pura ilustración, de luz, de cambio para bien y de equilibrio, evitando la pérdida de los valores, la desidia o las presiones que enfrentaban a los individuos a niveles extremos, pues me quedé con su máxima: "los extremos son siempre malos". Su extremismo fue el de ser un genio, el de irradiar cariño y el de entregarse en cuerpo y alma a su trabajo.
Apenas hablaba de su pasado de religión y cristianismo, pues ya llevaba el cristianismo dentro, el más sincero, creo que dio a entender en sus últimas entrevistas. No quería ser "pájaro de altos vuelos" pero sí ser él mismo, con sus virtudes y sus defectos.
Sin duda, su esposa Lydia también influyó en él y viceversa. Se trataba de la libertad del propio ser, sin ataduras, una forma que empezó desde lo freudiano y siguió su propio camino: la libertad personal y social, siempre en armonía, igual que hace nuestro cuerpo, por naturaleza: cuerpo mente y espíritu juntos, no por separado como nos habían enseñado. La sexualidad, también, todos juntos, tratan de crecer, de expresarse y de sentir, primero solos, luego en compañía, en armonía para con los demás.
En realidad, aprendí mucho más, pero no miré que el reloj de la vida, la mía y la de los demás, que seguía marcando con su tic tac acelerado y que con furia se me adelantaba, así que nunca tuve la oportunidad de compartir nada de esto con él, una vez estaban mis ideas maduras y listas para cotejar.
Una cosa es bien cierta: creó escuela, aunque durante algunos años fuera invisible. Ahora es un hecho. Me alegro por Lidia y otras personas que coincidimos o no, pero que recordamos muchos buenos y gratos momentos de cambios y de fortuna espiritual, personal o de crecimiento en el sentido más amplio y abierto de la palabra. Lo dejo aquí o seguiré autocorrigiéndome.
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Cualquier persona que lo haya conocido es libre de opinar, añadir o corregir cualquiera de mis ideas, ya que son eso, ideas, pensamientos y perspectivas de ver al mismo ser, pero nunca tajantes. Puedo estar equivocado, y si he fallado en algo, agradecería que otras personas más cercanas a su persona opinasen (ya que yo lo dejé de ver en la década de la segunda mitad de los noventa).
Casualmente, he encontrado la Web donde figura el libro más importante de Jaime. Su esposa siguió fielmente su intensa forma de afrontar la vida. Dejo aquí el enlace para quien le interese: "Yo creo en la vida". Obra póstuma.
Por favor, cliquen de nuevo en la nueva ventana que aparecerá. Gracias.

03 mayo 2021

"Bolero de la muerte."

 Es la muerte de otra persona,
Algo que no se estudia, se siente.

Es la muerte de un ser querido,
Un ahogo de tu persona,

Cuchillada que da fuerte,
Varias veces, que se queda,
Deja vencido al mismo cuerpo,
Quita el hambre, cambia el ser.

El consuelo del recuerdo,
Se desvanece,
Se mece en el pensamiento,
Y en la memoria quedan,
Sabores y olores,
Fotos, imágenes, palabras,
Se van desdibujando,
Y duelen aún más.

La religión me dice:
Allá, en el más allá,
Todos juntos, no revueltos,
Está esa persona,
Pero no lo puedo creer,
Ni lo bueno ni lo malo,
Se fue parte de mi esencia.

Es la muerte, joven muerte,
La noticia, de repente,
Obsesiva, malvada,
Porque al haber amor,
No caben las palabras.

Escucho un bolero de fondo,
Y hago viajes al pasado,
Donde ella está presente,
Sonriendo, viva, hablando,
Y el tiempo pierde el sentido:

Los libros, las notas, los dibujos.
Todo cobra vida y sigue en mi mente,
Mientras, voy bajando, descendiendo,
Y voy comparando el tiempo de ahora,
La amargura de una hora,
En la que no comprendo,
Qué pasó, qué hubo en su corazón,

Aquel 28 de diciembre,
Luego el 29, el deceso,
Imágenes de pánico,
Deshecho en lo que sabía
Que me habría de pasar,

Experiencia de generaciones,
Que se fueron antes, pronto, dejando su marca.

El olvido no existe,
Tampoco para mí ¿Existe el tiempo?,
Existe la persona y lo vivido,
Y la muerte, ¿qué es sino una ausencia?
Donde no hay nada, nada espero.

Así las constelaciones infinitas,
Comprendo el sinsentido,
De tanto odio, tanta guerra,
Tanto malentendido:
Hemos pasado tanto,
Que no cabe el odio,
ni un fisquito de rencor,
Sólo me queda una interrogación,
similar a la de esos amigos; pero más cruda, dura, plúmbea,
El "ubi sunt?" que nunca se resuelve.

No es la riqueza material,
Sino el vacío existencial,
Que deja esa levedad constante:

Lágrimas que no saltan,
Porque la sequía dejada,
Es tanta que décadas de lluvias,
Habrán de pasar, con felicidad,
En esta tierra, sólo en la tierra.

Mayo de 2021.



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