6 de noviembre de 2014

Poemas: "Mi queso es mi queso"

Mi queso es mi queso.

Se llevaron mi queso,
Comiéronse las galletas,
Los inocentes y nobles,
Que decían ser hijos,
De los hijos de los más nobles.

Se llevaron mi queso,
Sin permiso, mis ilusiones,
Mi orgullo, mis sueños con mi persona.
Robaron, a sabiendas, mis escritos,
Mis viejas monedas, falsificaron.

Sin permiso y sin contrato,
Juguetes y fotos, recuerdos y cartas,
Valiosos sellos, letras, cuadernos,
discos de vinilo, canciones, armonía.

Trozos de ropa, hecha jirones,
Lágrimas secas con tinta, gota de sangre.
Biografía fotocopiada, reflejos de mi vida.
Todo esto, también arrebatado.

Mas torpe y ciego hay que ser,
Para dejarse una caja de cartón y madera,
Con todo lo que contenía,
También los sobres con lacre,
Con los nombres de mis amigos.

Olvidaron una neurona mía, pegada al corazón, que no respira,
Tal vez el alma, tal vez mi séptima vida,
Una gota de amor, una semilla,
Que no muere, aún yo sin vida:
La que responde al porqué de la sonrisa, a la estima.

Poemas: "Nuevos Aires Puriburi".

Cansado ya de oír noticias sensacionalistas, fines del mundo que son cataclismos individuales o regionales, pero que no nos llevan a nada, he vuelto a la poesía como método y forma de protesta, escape, hermandad para con mis semejantes, etc.

Con "Nuevos Aires Puriburi" quiero expresar la desgana y el cansancio que siento al escuchar de mucha gente mayor una gran cantidad de críticas negativas hacia todo lo que no es de su mismo signo y de su "misión cristiana evangelizadora" (situándome yo como simple y sencillo creyente de base, cual las pizzas).

30 de octubre de 2014

Poemas: "Cucarachas locas criticonas".

De prejuicios ando harto,
De personas que critican,
Y creyéndose más sabias,
Lanzan rumores inciertos.

No veo sus caras, no sé sus nombres,
sus comentarios, innecesarios.

Lo hacen sin contundencia,
Como quien borda un pañuelo,
Afirmando con rostro regio,
Fulanito de Tal, que es Cual,
O Siona, esa cualquiera, maléfica total,
¡Ay, de ella qué sabrán,
Si el día que la vieron,t
uvo un día de perros,
Y de ella supieron no más!

No veo sus caras, no sé sus nombres,
Sus comentarios, hacen daño.

Esperan a ver tu cara,
Para ver si te convencen,
Y contentos, a misa diestros volones,
Para purificarse y volver a juzgar,
A Mengano el del Butano,
A Juanita y a don Zutano.

26 de octubre de 2014

Aplicaciones Vs Seguridad.

El cambio en las actividades y las adaptaciones forzadas por nuestro entorno han hecho que el "hombre" (la mujer y la persona) de hoy tenga que adaptarse, quiera o no, a la última moda de la aplicación informática y/o aplicaciones ofimáticas de hoy en día. Desde finales de los años 60 y, principalmente, desde la década de los 70 del siglo pasado hasta ahora mismo, hemos ido moldeándonos a estos avances -más o menos desmedidos en tamaño, piezas, métodos, avances rápidos o lentos, sistemas, etc.-, ya que nos han ido acompañando hasta terminar formando parte de nuestras vidas. Es difícil encontrar en estas fechas un sólo aparato que no posea un sólo chip, una combinación de ceros y unos que rija su mecanismo interno. No se trata sino de convivir con las distintas generaciones de objetos que nos rodean. Pienso que hemos pasado de un mundo mecanizado (aquél que resultó de las últimas revoluciones industriales a éste de las primeras y segundas virtualizaciones digitales). Si a esto le añadimos la globalización, obtendremos un tónico que no es perfecto, pero que es apetecible y hasta cierto punto, imprescindible.
Siguen apareciendo nuevas aplicaciones que nos ayudan en las tareas diarias, pero no se nos aclara qué nivel de privacidad emplearán estas nuevas aplicaciones, ni cómo se perfeccionarán los servicios en la Nube o los Antivirus y Antimalware para evitar que los datos que confiamos a éstos 'links' no sean también manipulados como se hace habitualmente con los programas de siempre: gestor de e-mail, procesador de textos, hoja de datos, ficheros de mp3, vídeos, almacenaje de otra índole, etc. etc.
Antes de utilizar algunas aplicaciones que no dudo que sean muy buenas y excelentes para agilizar nuestras tareas, me sigo preguntando: ¿valdrá la pena pasar mis datos personales y de terceras personas a esas otras bases que ayudan a gestionar datos o "es peor el remedio que la enfermedad"? Opinen, por favor.

14 de octubre de 2014

El jaquecoso Cuento de Sonia y la Pintura.

Queridos niños y niñas: 

En este cuento de hoy, les relataré lo que le aconteció hace muchos años a una niña turolense (de la Provincia de Teruel) que se llamaba Sonia y que acudía a una de las mejores escuelas públicas de todo el norte español. Era la mejor escuela porque había pocas como aquellas, porque tenía muy buenas amigas y amigos y porque los profesores y profesoras se portaban con ella como si fueran padres y madres con Sonia y con el resto del alumnado.
A Sonia la cuidaban su madre y su tía, pues su papá estaba trabajando en Sudáfrica.
Los fines de semana solían ir a Madrid a ver a los abuelos, que vivían en un piso enorme y moderno, ya que se dedicaban a la venta de automóviles de poco uso provenientes de Alemania. Eran más bien ricos y mimaban mucho a Sonia y a sus amigos y amigas.
Cierto día, estando Sonia en clases de dibujo, un maestro reprendió a una compañera suya, Margarita, diciéndole: "Margarita, por favor". Margarita se rio y corrigió su error. Sin embargo, Sonia, que aquel día apenas había dormido entendió que el profesor le decía a ella: "Sonia, ¡por favor!". Sonia se preguntaba muchas veces qué cosa le pedía por favor el profesor que no era ni siquiera el tutor de su aula. Su amiga Margarita se había olvidado de lo que le pedía y se olvidó de todo. Sin embargo, como Sonia era muy inquieta y estaba en la edad de hacerse muchas preguntas seguía intrigada.
A partir de ese día y los siguientes, Sonia se apuntó por su cuenta en dibujo y comenzó a pintar y delinear cada vez más y mejor. Estaba hecha casi una artista y admiraba medio atontada a su nuevo profesor, buscando siempre su aprobación. Él, que no tenía un pelo de tonto le decía siempre: -Sonia, atiende a tus tareas.
Pero ella le respondía: -Sí. Ya hice los deberes.
Así, hasta que un día su tía se dio cuenta de que iba a suspender casi todo. No regañó a la niña, pero sí tuvo la suerte de hablar con ese profesor, que le contó lo de sus clases. De esta manera, Sonia pudo entrar en una Escuela Municipal de Pintura y convertirse en artista. Y no contenta con esto, años más adelante, se matriculó en la carrera de Arquitectura, en Diseño, en Arte Contemporáneo, en Historia y terminó varias carreras a la vez, ya que era superdotada, aunque tan sencilla y noble que nunca dejó de llamar a los amigos que tenía tiempo de ver.
El único problema del que nadie de la familia se había enterado era que la chica, ya de grande, iba al hospital donde estaba ingresado su viejo profesor, recuperándose de una enfermedad, para que le dijese si sus bocetos, cuadros, proyectos y hasta planos de aeropuertos valían o no valían.
El profesor Demetrio estaba hasta la coronilla, pero, por amabilidad y condescendencia a la que fue una alumna que aprendió a pintar casi de milagro, le escribía, le grababa en cinta de casette y le firmaba todo lo que hiciera falta para que supiera que él estaba de acuerdo con lo que ella hacía. No es porque su padre no se lo dijese: Ya de vuelta en Teruel, le había hecho y pagado para que su hija celebrase una fiesta por todo lo alto y también, para realizar una exposición en Buenos Aires, París, Londres, Nueva York y Bérgamo, pero ella seguía igual de tozuda.
Un día se encontró, en una exposición suya, a su amiga Margarita, la cual pintaba de una manera excepcional, pero con un trabajo y una vida más ajetreada que la de ella misma.
Tomando champagne y palomitas de maíz con caracoles en la exposición de pintura, hablaron mucho sobre sus vidas y Margarita le dijo, sin que su amiga le preguntase, que aquel profesor de Dibujo le dijo cierto día que por favor hiciera las líneas de las montañas más suaves y las de los edificios y casas más rectas.
Entonces, Sonia le explicó todo el malentendido de su infancia. Ambas se rieron mucho y se fueron después de la exposición a un pub turolense a tomar refrescos de limón y papas con mojo picón canario. Las dos eructaron porque el mojo estaba fuerte, pero dijeron que en la vida, nunca se sabe cómo terminan las cosas.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
Por cierto, el profesor está muy bien. Se jubiló y ahora no pinta sino que escribe novelas tamaño bolsillo.


13 de octubre de 2014

Las Tarjetas en Gris de CajaMadrid.

Ayer estuve echando un vistazo a dos de los extractos de sendas personas, al azar, en el periódico El País del día 12 de octubre de 2014.
La primera de ellas no era la del típico estafador o defraudador normal que me esperaba ver a través de sus extractos de cuenta bancaria:
Lo primero que me llamó la atención fue que siempre iba al mismo bar (que prefiero no nombrar para preservar el anonimato del local). Pensé que los de ese lugar debían estar encantados con tal personaje, pues aparecía casi a diario y, a veces, varias veces al día, con unas buenas consumiciones. Al día siguiente, lo mismo y, exceptuando un par de restaurantes de otra cadena y algún que otro de autopista, siempre salía ese, el de "El Bar Pepita", pongamos por ejemplo. La tal Pepita y sus empleados debían conocer al señorito como cliente habitual y bueno, ya se deduce el resto: todos contentos. Comparándolo con otros elementos de esta estafa, casi ninguno de ellos frecuentaba ningún bar cualesquiera ni con tanta asiduidad. Éste sí, casi como si fuese su segunda casa. Al menos, una empresa PYME salió beneficiada...
Otro dato que me llamó mucho la atención fue que más de dos veces al mes se gastaba el dinero de la tarjeta en buenos libros (lo menciono por el precio de éstos) y también en una conocida cadena que reparte libros y cedés a domicilio con insistencia. También a ellos les compraba libros y discos, además de las adquisiciones muy habituales en esas librerías por parte del señor en cuestión. Me pregunto qué tipo de libros compraría y dónde los iría leyendo, si tendría tiempo y si también los regalaría.
Es alguien culto, al menos, o eso parece, pues frecuentar una librería y comprar a los que van tocando las puertas de casa (ahora que las familias apenas pueden afrontar ese tipo de gastos extra de forma mensual y directa -debe ser un número determinado de libros y discos mínimo durante un mínimo de tiempo-) no es algo que sea característico de esos personajillos.
Por último, un tercer rasgo característico de esta persona tan peculiar es la de acudir a una tienda de instrumentos musicales, adquirir un instrumento o varios (no se especifica) y luego acudir varias veces más tarde para no sé sabe qué -esto, si los datos ofrecidos por El País son verídicos al cien por cien-. No vaya a ser, que en vez de instrumentos musicales fueran móviles nuevos para toda la familia, incluida la abuela... O materiales de un sex-shop. Quiero pensar que no.
Al ser una tienda especializada en música, este sujeto tocaba el organillo, lo reparaba y compraba sus altavoces y sus libros para tocarlo. Parece ser que era un tío culto o intentaba serlo, hablando en plata.
Miren ustedes, pues no me parece tan grave como el que está de parranda todo el santo día y riéndose del resto de la peña y de España. Este hombre se gastaba grandes sumas de dinero en libros y en música (y repetía varias veces). Al menos, "no hay mal que por bien ajeno no venga"; y sacó su parte buena en cultura y cultura musical con tantos libros ¿y qué instrumento compraría? No se sabe. Ojalá hubiera sido un buen piano o un violín ¿Tal vez una guitarra eléctrica?
A pesar de todo lo escrito, que quede claro que no estoy justificando de manera alguna la actuación de semejante tropa. Si se devuelve ese dinero, pienso que también deberían hacerlo con intereses, como cuando se obtiene una tarjeta de crédito de cualquier banco ¿Opiniones?

18 de septiembre de 2014

La opción de la Empatía.

Las personas más cercanas de nuestro entorno, barrio, pueblo o ciudad, siguen guardando un mínimo comportamiento cordial, a pesar de que el clima general es de más crispación y de descontento. Las relaciones laborales durante una jornada y otra se vuelven, según el contexto, a veces imposibles. Unos la pagan con los otros y, sinceramente, creo que muchos no se dan cuenta.
Ayer me defendía como gato panza arriba, pero moderadamente de un operador de telefonía que creo que no se daba cuenta de su actitud de desprecio por mis preguntas para reparar el software de un móvil de la compañía con la que tengo mi tarjeta y a la que había comprado ese terminal que también les había pagado en su día. O fue así, o con el enfado del momento no me percaté de que el operador de telefonía móvil no lo era y había cambiado por un bromista de Radio de Los 40 Principales como Anda Ya. Lo cierto es que su amabilidad brillaba por su ausencia. Aún así, no contento con tratarme como a un extraterrestre que le pregunta cómo poner en marcha un satélite de la Nasa, sacó (metafóricamente) su corcel circense canelo y reluciente para lucirse y, una vez más, haciendo ostentación de lo absurdo de mi pregunta para que desistiese, me pidió todos mis datos como si de un sargento se tratara (por seguridad, claro). Yo seguía sin siquiera saber su nombre ni su departamento.
Cuando acordamos que hablaría con un servicio técnico equis, comenzó la monserga y bombardeo particular de pregunta abierta y oferta de servicios ADSL junto con otros servicios que no me interesaban de ninguna manera. Me pareció de anuncio de colchones, vamos: repose, que después de la paliza verbal, merece un descanso atípico. Ante mi negativa para con su oferta -ya estoy con otra compañía, le aclaré- su asombro y falta de respeto aumentaban. Con ello mi rabia. No sabía si era cachondeo o era una nueva táctica empresarial de ventas. Creo que no escuchaba lo que tardaba en responder mi cuarto o quinto "no". Al final, le dije que era un antipático, que tratase al cliente como a una persona igual y no desde la superioridad del anonimato y alguna frase referente a las leyes del consumidor con seriedad; alto y claro, como suelen exigirnos ellos y ellas al otro lado de la línea. Sin más, colgué porque se había ofendido muy mucho.
Jamás había hecho ni dicho esto a ningún operador, tal vez otras cosas pero no con tanta rectitud y corrección. Durante el último año, había dicho cortésmente que no, que gracias pero que no quería pasarme a tal compañía ante la insistencia de cualquier otro operador.
Ya en calma, meditando, uno se pregunta en cuál será el siguiente paso. Después de haber vivido, visto y leído tantas irregularidades por parte de las empresas, ¿nos obligarán a algo más?
A parte de todo esto, noté en el trasfondo de la conversación un cansancio residual, un hartazgo de mandar y de decir al cliente lo que debe hacer, de que aquello le había ocurrido más veces.
Recordé también lo que me había contado un ex-empresario de altos vuelos y lo comprendí. Me arrepiento de parte de lo que dije, pero no del todo.
El éxito o el fracaso y sin términos medios o acuerdos. El fanatismo de la competitividad mal entendida ha llegado ahora a tal punto de aproximación al infinito que quieren que un operador convenza a un cliente mediante una técnica de conducta guiada, mediatizada, manejada desde arriba y siempre bajo presión: así nadie compra nada. Lo contrario; rehúsa al objeto. Así sigue la cadena de esclavitud del trabajo posmoderno condicionado: bajo condiciones de adrenalina muy altas y bajo estrés.
Tal vez, deberían darnos cursos, terapias y charlas rápidas de desensibilización sistemática para clientes y personas de a pie, para quitarnos de encima esa culpabilidad generada por personas que forman parte de ese tipo de nuevas técnicas.
Sé que de estos casos hay miles a diario y que se dan en toda clase de trabajos y negocios, pero ¿por qué no ponemos un límite a todo esto tratando de emplear la empatía de siempre? A veces no hace falta ninguna técnica sino la de ser uno mismo. Se emplea y funciona, aunque la estamos olvidando (y no me excluyo, yo también la padezco). Tal vez sea la deshumanización, la mecanización o una autodefensa aprendida.
Simbólicamente, ante discursos vacíos de contenido en política y sociedad, pienso que sería un gran alivio replantearnos el ser personas, buscar soluciones como grupo social y no como entidades políticas -pues de estas entidades ya no vamos a sacar ni una gota: ya no se trata de sacarle el jugo al limón porque ese zumo es nuestro-. Aunque fallemos, apostemos por las personas, no por los signos. El recuperar la estima (la nuestra y la de los demás) para simpatizar.

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Suzi 4, The Rolling Stones and Totalitarism.

Last September, I was looking for some good music to listen to, when I heard something I was fascinated for: What it was? It sounded like...