Pasados los años, la familia bailarina se trasladó a la Región del Noroeste de las Cantimbaibas (Punta Coru), con más dinero que al principio porque daban clases con pasión y casi cantando. Conocieron a muchos amigos, tuvieron alegría y se forjaron estudiando con tesón una carrera de ciencias cada uno de ellos: La mujer, tenía una "Carrera en Química: Experimentos desde casa al Universo" el marido, otra en "Ciencias Modernas: Química en Gaseosas" que era algo más seria, para leer libros y cartapacios aburridos, pero que a él le chiflaba.
La señora, sin embargo, empezaba a llamar la atención en su casa de la ciudad haciendo experimentos con humo, café cortado con leche ultraligera y otros experimentos que nunca fueron famosos por culpa de una noche de tormenta que borró algunos de sus apuntes. Pronto llegaron las chicas Yeyé normandas y la movida setentera.
Sus hermanos, también los ayudaban, pero era Luis el que más aportaba, buscaba en libros, salía a buscar piedras marinas preciosas, se interesaba por la música y la química del baile de los protozoos y otros organismos microscópicos. Para colmo, le regalaron un día un violín, y cual Mozart, empezó a tocarlo como por arte de magia: la madre le había puesto un compuesto especial tocaviolines en la sopa y ahora no paraba de mover los brazos. Tuvieron que meterlo en violín, ping pong, golf y otros deportes porque si no, movía los brazos mientras dormía.
Harto de tanto violín y tanta pelota, se metió desde que pudo en la universidad para aprender cómo era que las ondas hertzianas llegaban tan rápido y sin nadie hacer apenas nada y terminó manejando muchas máquinas, cables, tornillos, ordenadores y estudiando Teleco en un plis plas.
Por fortuna, se le arreglaron los brazos, pero le dio por el baile, ya que el movimiento le había pasado a las piernas, y casi nunca podía parar.
Al año, empezó con el francés y se ilusionó con visitar París y Francia entera.
¡Oh, París, París! -soñaba en el balcón de su casa-, mientras bebía un champán que nunca se acababa (cosas esta vez del padre), que lo había mezclado con licores galaicos (o así los llamaba este).
En 1997 cumplió su sueño y se quedó en París unos largos meses, en una casa llena de gatitos de colores, cerca de una residencia francesa total.
Fueron felices y comieron perdices, además de que celebraron la luna de miel dando la vuelta al mundo, sobre todo, con mucha parsimonia de tiempo y líquido flotante en las Islas Canarias.
Sonaban para ellos cascabeles celestiales y música divina, pues cruzaban las carreteras sin apenas mirar al tráfico y dándose besitos y, como animalitos del bosque tropical, siempre con arrumacos y juntitos como para no pasar frío.
Al morir la Princesa Lady Di, la pareja cambió: tuvieron un precioso niño, rubio, luminoso y bueno, que era la alegría de la huerta, de nombre Danonino. Después, se fueron a vivir al Condado del Lago Turbio, donde había unos peces gruñones, pero también aire fresco, alegría y mucha luz, cerca de un castillo de templarios, el más importante de la Región de las Cantimbaibas. Allí vivieron muy felices e invitaron a este que escribe a una larga estancia.
Como Lucca era demasiado trabajador y algo distraído (solía arrancar las puertas de lo fuerte que era sin darse cuenta). Pronto, pasaron los años, y el joven Danonino se fue a estudiar al centro del Reino, justo cuando de príncipe, su padre pasó a ser Rey y recibió varias medallas, mientras que la princesa Milonga Mª, recibía el gobierno del Bosque Sintino y algunas insignias más.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Nota final: los personajes de este cuento real y no fortuito renegaron de sus tierras y sju poderío porque los Recaudadores de las Cantimbaibas los traían fritos y ahora son ersonajes como tú y como yo, aunque sigan viviendo como en un cuento y comiendo fuet y castañas de la Cueva'la'Araña.